21 de noviembre de 2011

Me quitás el sueño, me quitás el habla

Es increíble lo que generás en mí chabón. Desde el momento en que me entero que te voy a ver, empiezo a ser feliz. Mi alegría va en aumento a medida que se acerca la hora que te voy a ver. Sé que sos impuntual, así que mis nervios empiezan desde la hora en que deberíamos vernos. Nunca me importó mi apariencia y por vos me he llegado a cambiar cinco veces. ¿Eso te dice algo? Pero jamás te vas a dar cuenta de nada, porque intento ser más impuntual que vos, aunque esté lista media hora antes.
Camino esas poquitas cuadras para llegar al lugar del encuentro y salto por la calle y doy vueltas en círculos. La gente me mira. Y sabés qué? A mi me chupa un huevo porque te voy a ver a vos.
Te veo en la esquina y de repente me pongo en blanco (¿Qué le digo?) Trato de no sonreír mucho, no sea cosa que mi sonrisa metálica te espante. Te voy a saludar con un beso en la mejilla, aparentando  normalidad, cuando en realidad el corazón se me sale del pecho. ( Sí, gracias a vos descubrí que tengo un corazón por ahí escondido). Y de repente me abrazás y te abrazo como se abraza a un amigo, pero por suerte no suponés que por dentro me deshago.
Empezamos a caminar, a charlar de pavadas. Realmente no escuhé nada de lo que me decías ( ¿ Como escucharte, si por fin estaba al lado tuyo?)
Después de mucho esperar encontrarnos, nos separamos.
Y volví a la misma maldición de siempre: analizar cada palabra, cada gesto de la última vez que nos vimos. Porque por un  tiempo eso es lo único que tengo de vos. Hasta que te vuelva a ver, hasta que mi mundo vuelva a girar

2 comentarios: